Aprendió a leer y a escribir. Se encargaba de llevar as pinturas a sus destinos finales en las iglesias y capillas de los grandes palacios, de cobrar las obras entregadas y de comprar los óleos y pigmentos. Reñía a los criados cuando las camas se quedaban por hacer y las comidas no estaban a tiempo. Y, adorando por los aprendices, éstos se despedían llorando cuando, terminado el aprendizaje, los enviaba a su nuevo servicio. Le leía poesía al Maestro mientras éste pintaba, y aprendió a tocar el laúd y a cantar tonadas.
Y en las tristes ocasiones en que él abandonaba Venecia durante muchas noches seguidas, era él quien gobernaba la casa en su ausencia.
Pocas palabras, lo decían todo:
-Hago la promesa, me entrego, lo deseo…, deseo estar contigo, Maestro mío, para siempre. Tú eres el creador de todo lo que soy. Nunca ha existido un deseo tan intenso.
[Toda una vida para deambular juntos por las callejas y los canales de
cualquier lugar del mundo]
Un audible suspiro de alivio… Su tono de voz estaba tan cambiado, era tan…enérgico, que hizo sonar en mi interior un silencioso llamado a alarma.
<<Humedad. Silencio. Y los árboles elevándose a tal vertiginosa altura contra el agonizante resplandor del cielo lejano que parecían crecer ante mi propia mirada>>
P.D: Hay trozos sacados de libros.
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